En 2012 publiqué una carta abierta…(1) a los dirigentes políticos, con ocasión de las elecciones presidenciales francesas. En el momento en que la medición de audiencia de los debates daba la sensación de que los franceses tenían un gran interés por la política y de que la democracia estaba viva, yo expresaba un sentimiento inverso. Los cinco años de mandato de François Hollande que llegan a su fin, lamentablemente han confirmado mi diagnóstico. En todas partes del mundo, la crisis de la democracia se ha hecho visible, con el ascenso de lo que algunos llaman democraturas, el descrédito generalizado de los responsables políticos, los repliegues nacionalistas frente a la necesidad de manejar interdependencias mundiales y la llegada al poder de un Donald Trump.

¡Salvemos la democracia!¡Salvemos Europa!¡Salvemos el clima! ¿Estos gritos son la expresión de mi propio envejecimiento, del sentimiento de asistir con impotencia a la desbandada del mundo en el que viví la mayor parte de mi vida?¿de la desesperanza frente al mundo que se va perfilando, el de las redes sociales, el big data y el transhumanismo? En una o en mil palabras, ¿se trata de conservadurismo? Quizás, pero no es seguro. Pues en el fondo todos esos movimientos que nos llevan a confiar en los beneficios de la innovación técnica, en la hibris de omnipotencia del hombre, en la exaltación de los intereses nacionales, no son sino continuación de tendencias que existen y se aplican desde hace varios siglos, las que generaron el surgimiento del Antropoceno, en donde la actividad humana se convirtió en una fuerza telúrica fundamental. Y todo eso tiene un nombre: huir hacia adelante.

La triple crisis de las relaciones entre las personas, entre las sociedades, entre la humanidad y la biosfera, que describimos en la Plataforma para un mundo responsable y solidario en 1993...(2) es hoy más profunda que nunca y la perspectiva, o si se quiere la utopía, de la Alianza para un mundo responsable y solidario, crear las condiciones para un diálogo mundial entre las sociedades, es hoy más urgente que nunca.

Para salvar a la democracia, a Europa o al clima, no podemos quedarnos con las certezas, los modos de desarrollo o las instituciones del pasado. Lo que decía el eslogan que se hizo popular durante la COP21: “cambiemos el sistema, no el clima” es aplicable y verdadero en los otros ámbitos también. No podremos salvar a Europa sin cambiar la naturaleza del proyecto europeo y la manera de construirlo. No salvaremos la democracia sin repensar sus bases y las de la gobernanza. Ésa es la paradoja: la inercia de los modos de pensamiento es lo que caracteriza la huida hacia adelante a través de la innovación técnica; sólo a costa de una profunda transformación de nuestros sistemas de pensamiento y de nuestras instituciones podremos salvar lo esencial de nuestra humanidad. La inercia del sistema jurídico, que se supone que debería garantizar las regulaciones necesarias pero está incapacitado para hacerlo sin una metamorfosis previa, es un buen ejemplo de este fenómeno (3).

Me limitaré hoy a la situación en Francia y a lo que, a mi juicio, debería ocupar el centro de las propuestas de los candidatos. Nada muy nuevo en relación a lo que decía en 2012. Es que, lamentablemente, “las cosas repetidas gustan”.

Necesitamos otro enfoque: de la democracia; de la política; de la economía; de la descentralización; del territorio; del proyecto europeo; del diálogo entre las sociedades; del comercio internacional; de la moneda; de las finanzas.

1. Otro enfoque de la democracia: una base transpartidaria de reformas, alimentada por diálogos ciudadanos

La práctica actual de la democracia dificulta los cambios estructurales necesarios. Ahora bien, la democracia sólo podrá sobrevivir si demuestra que es un modo de gobernanza capaz de responder a las necesidades de la sociedad.

Los ciudadanos, en el ejercicio actual de la democracia, tienen el sentimiento de no tener influencia sobre las grandes transformaciones del mundo, de ejercer su poder solamente sobre problemáticas secundarias. Imaginarse que podemos encerrarnos detrás de las fronteras nacionales para escapar a los desafíos del mundo es como romper el termómetro para hacer bajar la fiebre. La democracia debe tener como primer objetivo permitir que los ciudadanos entiendan juntos los desafíos del mundo y les asignen prioridades para estar luego en mejores condiciones de afrontarlos. En razón de la magnitud de las interdependencias entre las sociedades, la frontera entre el espacio doméstico y el espacio planetario, entre los asuntos internos y los asuntos exteriores se va desdibujando. Los pueblos ya no tienen su destino en mano si no actúan en conjunto con los demás. La polarización de las campañas electorales sobre los asuntos internos aleja de la democracia cuando supone estar lo más cerca posible de las preocupaciones inmediatas de los ciudadanos: donde la democracia debería dilatar el espacio, lo limita.

La democracia, tal como se la practica, nos pone asimismo en la incapacidad de afrontar los desafíos fundamentales de nuestras sociedades. Nuestros escrutinios mayoritarios crean una lógica del “vencedor que se queda con todo”. Esa lógica no sería tan grave si los partidos políticos asumieran la necesidad de realizar transformaciones estructurales a mediano y largo plazo. Y no es lo que sucede. Cada uno parece soñar exclusivamente con demoler lo que construyó con esfuerzo su predecesor. Cada mandato presidencial se presenta como una ruptura decisiva en la que la sociedad ya no cree más; en cuanto a los dirigentes políticos, o creen en eso y son culpables de incompetencia, o no creen y son culpables de cinismo. Estos juegos políticos tienen por efecto fortalecer considerablemente la resistencia al cambio. Las reformas resbalan como agua sobre las plumas de un pato, sabiendo como se sabe que toda reforma será sucedida en los siguientes años por una “contrarreforma”: donde la democracia debería dilatar el tiempo, lo retrae.

La democracia y la política sólo recobrarán su sentido si permiten que la sociedad se oriente y si proponen un método para reformarla. No hace falta proponer una lista de medidas para diferenciarse de los otros candidatos sino identificar “bloques de reforma”, afirmar la necesidad, para cada uno de ellos, de un tronco común consensuado entre los partidos políticos que aspiran a gobernar y que ese tronco común sea la columna vertebral del cambio a realizar de manera continua a lo largo de varios mandatos.

El consenso entre los partidos debe reflejar un consenso en el seno de la sociedad, que sólo puede darse con un largo y profundo debate, hecho de buena fe, entre las fuerzas sociales y entre los ciudadanos. Precisamente para eso pueden servir los métodos de democracia deliberativa, basados en el sorteo y en la confianza en la inteligencia de los ciudadanos. La salud, la educación, la función pública, la seguridad, la transición ecológica requieren de un procedimiento de esta índole.

2. Otro enfoque de la política: una ética y un método

La política no consiste en anunciar medidas de shock irrealizables (500.000 empleados públicos menos, un salario universal elevado) sino que es un método de elaboración de respuestas colectivas a problemáticas complejas. Es por ello que democracia y política no deberían definirse como la confrontación de programas sino como una ética y un método. Una ética de la responsabilidad y del respeto de los hechos y de los ciudadanos; la democracia se basa en el optimismo metodológico -la capacidad de los ciudadanos para entender los desafíos complejos- ; podemos definirla como “lo que hace inteligentes a los ciudadanos”. Pero la construcción de un verdadero debate público, en un contexto marcado por los automatismos del big data, que tiende a encerrar a cada uno dentro de su propia burbuja cognitiva y emocional, requiere además de una ética intachable, unos métodos rigurosos. He bocetado los seis principios de dichos métodos en mi carta abierta…(4): adoptar un procedimiento “de abajo hacia arriba”, partiendo de paneles locales de ciudadanos; crear desde el comienzo del proceso una muy sólida base de conocimiento y experiencias desde lo local hasta lo mundial; permitir la expresión de la diversidad de los puntos de vista; recoger y analizar en común experiencias significativas; elaborar de manera pluralista “cuadernos de propuestas”; analizar la dinámica de transformación del sistema.

Me gustaría escuchar a un candidato a la presidencia diciendo: “sé que en un mandato no habré cambiado la sociedad francesa pero si logro irme habiendo sentado las bases para una puesta en movimiento colectiva, habiendo recuperado en la sociedad francesa la confianza en sí misma y en los demás que hoy le está faltando, tendré el sentimiento de haber sido digno de mi puesto”.

3. Otro enfoque de la economía y de la moneda

No basta con hacer que Francia sea competitiva en el gran juego de la competencia mundial. Eso sería no ver las transiciones esenciales. ¿Creemos que un par de medidas clásicas alcanzarán para que vuelva a Francia, a Europa, el crecimiento de la época en que los países occidentales, técnicamente avanzados, podían drenar en su dirección las riquezas naturales del mundo, a cambio de productos industriales que sólo ellos sabían fabricar? No, ese tiempo ya no volverá. ¿Imaginamos que estando a la cabeza de la economía del conocimiento vamos a conservar una superioridad tecnológica que nos permitirá vender algunos aviones y algunas centrales nucleares a cambio del trabajo de pueblos enteros? Ilusión: basta con visitar una universidad china para convencerse de que no será así.

Lo que debemos hacer a nivel francés, europeo y mundial es inventar una nueva forma de crecimiento. ¿Qué crecimiento?¿Qué hay que desarrollar? El empleo en sentido amplio del término; no sólo para garantizar recursos a cada uno sino también para fortalecer nuestra cohesión, permitir que cada uno encuentre su lugar dentro de la comunidad nacional. Empleo o servicios no mercantiles, como todos esos, inmensos, ignorados, que se prestan en el seno de las familias, entre vecinos, a través de esos millones de voluntarios sin los cuales nuestra sociedad ya se habría desintegrado. Eso es lo que da consistencia y vínculo a nuestra comunidad nacional, seguramente con más fuerza que las celebraciones o banderas. ¿Y qué hay que ahorrar? Energía fósil y recursos naturales no renovables. ¿Y cómo funciona nuestra economía? ¡De manera absurda, utilizando la misma moneda, el euro, tanto para lo que habría que desarrollar como para lo que habría que ahorrar!

Hasta un niño entendería que eso no puede funcionar. Necesitamos dos monedas: una para lo que hay que desarrollar, el trabajo, y una moneda para lo que hay que ahorrar, la energía. ¿Y cuál es la moneda energía? Es la cantidad de energía no renovable, de origen fósil o nuclear, a la que cada uno tiene derecho, según un principio de justicia. Es lo que se llama cuotas. Se reducirán de año en año. En lugar de bloquear el crecimiento, esto lo va a transformar radicalmente, va a relanzarlo sobre nuevas bases. Pues disponemos de varios caminos técnicos, como el del Negavatio, que demuestran lo que es posible hacer técnicamente pero dicen poco sobre los medios para lograrlo.

4. Otro enfoque de la descentralización a partir del concepto de gobernanza multiniveles

Entre los ángulos muertos de las ideologías de derecha y de izquierda encontramos el hecho de que ningún problema en la actualidad puede resolverse en un solo nivel de gobernanza y que la legitimidad de la gobernanza se basa en su capacidad para producir, al mismo tiempo, más unidad y más diversidad. La descentralización ha sido dejada a mitad de camino por no pensar en los términos del siglo XXI el modo de articulación entre las escalas de gobernanza. Al insistir sobre el reparto de competencias entre las escalas más que sobre el ejercicio de la responsabilidad compartida, perdemos en los dos campos, la coherencia de conjunto y la autonomía de los territorios. La nueva etapa de la descentralización debe apoyarse y fundarse sobre la teoría y la práctica de la subsidiariedad activa.

5. Otro enfoque de los territorios y de la gobernanza territorial

Hay que afirmar el nuevo papel de los territorios. Serán uno de los actores centrales del siglo XXI, junto a las cadenas globales de producción. Van a jugar un papel decisivo en la transición hacia sociedades sostenibles.

También es en nuestras regiones y ciudades donde comienza a reinventarse la democracia. A escala territorial es donde podemos manejar, de manera concreta, tanto la cohesión social como el respeto del equilibrio entre la sociedad y su medioambiente, la eficiencia económica. El verdadero desafío de la descentralización radica allí.

6. Otro enfoque del proyecto europeo: su refundación con los ciudadanos

Tal es el desafío principal de una Asamblea instituyente ciudadana, que fue objeto de mis dos últimas publicaciones.

Frente a la más grave crisis que haya conocido Europa desde 1954 con el fracaso de la Comunidad Europea de Defensa (CED), se imponen tres elementos de diagnóstico:

- hay que dar un golpe fuerte, la política de los pequeños pasos ya no funciona más;
- hay que volver a empezar desde los ciudadanos;
- hay que volver a empezar desde el nivel local.

Esto es lo que guía la idea de asamblea instituyente, donde se construye a nivel local, a través de paneles de ciudadanos, una opinión colectiva informada (lo que retoma la idea de democracia). La confrontación a escala europea de las conclusiones de los paneles locales haría surgir, sesenta años después del tratado de Roma que fundó la construcción europea, las nuevas perspectivas de Europa para las próximas décadas (5).

7. Otro enfoque del liderazgo europeo: la transición hacia sociedades sostenibles

Europa tiene considerables puntos a favor, a través del equilibrio que busca encarnar entre la eficacia del mercado, la justicia social y la preservación de la biosfera. También se encuentra en los orígenes filosóficos y económicos de las amenazas que pesan hoy en día sobre la integridad de la biosfera y la supervivencia misma de la humanidad. Francia, por su lado, ha encarnado en el pasado la búsqueda de ideales universales. Ahora ya no es, a escala mundial, más que una potencia mediana, más bien en decadencia. Y sin embargo, dando vueltas por el mundo, he podido constatar que todavía se la espera, que a la gente que le gustaría que su voz se oyera con más fuerza ahora que nuestras interdependencias hacen que los ideales universales sean más necesarios que nunca.

Razones todas para que Europa y Francia se pongan a la cabeza de la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo, de este gran “regreso hacia adelante” hacia la oikonomía, un modelo que garantice el bienestar de todos respetando los límites del planeta, que es la definición misma de la oikonomía.

8. Otro enfoque de la gobernanza europea

Ya no puede estar basada en el federalismo a la antigua usanza y necesita, al mismo tiempo, dar nuevamente márgenes de libertad nacionales y locales sobre las normas que rigen las mercancías y más solidaridad sobre la totalidad de los sujetos, mostrando la posibilidad, afirmada pero no practicada, de una Europa unida y rica en su diversidad al mismo tiempo. Esto implica desarrollar un modelo original de gobernanza multiniveles.

9. Otro enfoque del diálogo entre las sociedades y de la gobernanza mundial

La gobernanza mundial actual está lejos de ser capaz de manejar eficientemente las interdependencias mundiales y el bien común. ¿Cómo podría ser de otro modo si son los Estados los que se atribuyen el monopolio de representar los intereses supuestamente nacionales? Sólo puede haber una gobernanza mundial eficiente en la medida en que las sociedades, en todos sus componentes, aprendan a dialogar juntas, a superar los resentimientos heredados del pasado, a descubrir que nuestros desafíos en común son más importantes que nuestras diferencias y que podremos aprender a cooperar para hacerles frente. Es lo que yo he experimentado, gracias a los medios modestos de la fundación que dirigí, con la Alianza para un Mundo Responsable y Solidario y con el Foro China Europa (6). He podido con esas experiencias mediar la riqueza y presentir lo que esto podría representar si fuera llevado a cabo por los gobernantes.

10. Otro enfoque del comercio internacional desde la óptica de la transición hacia sociedades sostenibles: poner las “cadenas de producción sostenibles” en el centro de los acuerdos de comercio

Así como el IVA se acumula a lo largo de toda la cadena de producción, las cuotas de energía fósil brindarán los medios para conocer la totalidad de la energía gris. Ésta será una potente palanca para reorientar nuestro sistema de producción hacia cadenas realmente sostenibles.

11. Otro enfoque de la moneda: promover temerariamente las monedas locales y regionales, apoyándose en todos los recursos de la tecnología

Observen las ciudades y los territorios. En todas partes hay brazos desempleados, energías inutilizadas…¡y tantas necesidades no satisfechas! Lo que necesitamos no es un salario universal en euros, que se destinaría sobre todo a la compra de productos chinos. Tampoco es la promoción de una clase de consumidores universales lo que garantizará la cohesión social. Distribuyamos, por el contrario, recursos en monedas locales o regionales, para ayudar a la relocalización de la economía, promover la economía circular, sustituir bienes por servicios, estimular la economía colaborativa y las prácticas de la economía social y solidaria, estimular todas las formas de innovación social y de cooperación.

12. Otro enfoque de las finanzas: que la responsabilidad ocupe el centro

Hay que luchar sin cesar, en el plano europeo como en el plano mundial, para eliminar los paraísos fiscales, disponer de los medios para identificar y juzgar a quienes no quieren participar del esfuerzo de solidaridad nacional, luchar contra los clandestinos, empresas y países, que se aprovechan de la riqueza creada por otros. Esto llevará tiempo. Pero también hay que actuar de manera directa apoyándose en dos principios: la transparencia; la penalización de la irresponsabilidad:

- la transparencia. El gobierno norteamericano ha sabido decidir que las empresas, norteamericanas o no, desde el momento en que estaban inscriptas en la Bolsa de Nueva York, debían respetar en todas partes del mundo las reglas norteamericanas de lucha contra la corrupción. Hagamos lo mismo a nivel europeo. Aceptemos solamente a los bancos que declaran la totalidad de sus actividades y ganancias;

- la responsabilidad. Cuando uno tiene poder, asume la responsabilidad que éste conlleva. Lo que nos falta hoy en día es un derecho europeo, un derecho internacional de la responsabilidad, un derecho que nos haga responsables del impacto negativo de nuestro accionar sobre el resto del planeta, aun cuando hayamos respetado las leyes vigentes. La primera etapa sería la adopción de una Carta Europea de la Responsabilidad, que brindaría las bases jurídicas para juzgar las conductas irresponsables.