El Covid-19 anuncia el fin del modelo actual de globalización económica, del todo es mercado y todo es consumo. El propio presidente Macron ha reconocido la necesidad de una ruptura. Pero el contraste es sorprendente entre el alcance de la movilización actual, en nombre de la emergencia sanitaria, y la timidez de los compromisos que se toman ante la "emergencia ecológica y climática". Aprovechemos este tiempo suspendido para unir fuerzas y trabajar para transformar el sistema en profundidad desde los territorios. Como espacios de vida y de cooperación entre todos los actores, estos últimos son los que mejor pueden liderar un cambio global, guiado por un imaginario compartido. Esta unión de esfuerzos, experiencias y métodos al servicio de todos los territorios que quieran emprender un verdadero proceso de transición es lo que les proponemos con la Fábrica de Transiciones. Los sistemas de pensamiento, los modelos de desarrollo, las formas de gobierno, las convenciones jurídicas, económicas y financieras condicionadas por una globalización dominada por el mercado y los estilos de vida que estructuran nuestras sociedades son heredados de los últimos siglos y han provocado una triple crisis en las relaciones: entre la humanidad y la biosfera -el cambio climático es la expresión más espectacular de ello-, entre los individuos -con la ruptura de la cohesión social- y entre las sociedades -con los riesgos de repliegue nacionalista y la incapacidad de gestionar conjuntamente la interdependencia, tal como lo sigue ilustrando la actual pandemia. La propia supervivencia de la humanidad está en juego. A pesar de estas constataciones observadas desde hace más de 30 años y de los incontables discursos, conferencias y acuerdos internacionales, la necesaria transición hacia sociedades sostenibles y de apoyo mutuo no está todavía seriamente en marcha, lo que da lugar a un sentimiento de rabia e impotencia entre los jóvenes. Muchas razones explican esta incapacidad de efectuar un cambio sistémico, es decir, un cambio que afecte a todos los aspectos de nuestras vidas. Dos de ellas son obvias: una, no podemos esperar resolver un problema dentro de los mismos términos que lo generaron; dos, nuestra estrecha concepción de la responsabilidad de cada actor hace que nadie se sienta realmente responsable de los desastres que se están gestando. Ante la necesidad de cambiar radicalmente nuestros sistemas de pensamiento, nuestros modelos económicos, nuestras instituciones, nuestras trayectorias de desarrollo, los "territorios" en el sentido de comunidades humanas tejidas de relaciones, están llamados a convertirse en actores decisivos de la transición que hay que liderar. Pero todavía están lejos de jugar este papel de impulsores. Los obstáculos son numerosos, tanto internos -múltiples segmentaciones entre los actores y las políticas- como externos -en los dos últimos siglos, el papel político y económico de los territorios no ha dejado de disminuir en beneficio de los Estados y de las grandes empresas. La necesidad y la urgencia de una transición sistémica y el papel que pueden desempeñar los territorios en ella se reconocen ahora en todas partes. En Europa y en otros continentes, las regiones y las ciudades están en primera línea y se multiplican las iniciativas innovadoras. Las elecciones del 15 de marzo confirmaron la creciente aspiración de la sociedad francesa a que las autoridades locales y regionales se comprometan a cambiar de modelo.

Desde hace varias décadas, unos pocos territorios han iniciado auténticas estrategias de cambio sistémico, cuyas enseñanzas comunes constituyen la base de la gestión del cambio: el compromiso progresivo de todos los agentes en torno a una visión construida conjuntamente y a valores compartidos; el aprendizaje de la cooperación; el paso de los enfoques sectoriales a un enfoque sistémico; el vínculo constante entre una perspectiva a largo plazo y la medición concreta de los progresos; la creación de nuevas representaciones de la riqueza y de nuevos modelos económicos sostenibles. Demuestran así que la transición es posible y una fuente de alegría y esperanza para quienes deciden involucrarse. No pueden transformar todo el sistema por sí solas, y es indispensable que se produzcan nuevas transformaciones a nivel mundial, europeo y nacional, pero, tomadas colectivamente, pueden ser las semillas del cambio sistémico. Nosotros, los diversos actores que participamos en la transición de los territorios, creemos que ha llegado el momento de unir fuerzas, redes, experiencias y energía para contribuir a este cambio de escala, acompañando a los numerosos territorios dispuestos a avanzar en la transición y constituyendo una fuerza capaz de provocar los cambios necesarios a todos los niveles. Nuestra alianza se expresa a través de una Carta cuyo título, "Fábrica de transiciones", subraya que es una obra que se construye pieza a pieza y paso a paso, que implica un cambio profundo en la forma de ver y concebir los territorios y su gobernanza, que pone en tela de juicio el marco institucional, jurídico y económico en el que se desarrolla la transición, y que forma parte de una estrategia a largo plazo. Dispuesta a recibir a todos los actores que compartan esta ambición y lo manifiesten a través de la firma de su Carta, la Fábrica, al poner en común la experiencia, las competencias y los métodos de todos sus aliados, se pone al servicio de los territorios decididos a emprender una transición sistémica. También pretende ser una fuerza de propuesta para convencer a las instituciones francesas y europeas -en un momento en que se está preparando el nuevo Pacto Verde- de la importancia de las estrategias territoriales y de la necesidad, para apoyarlas, de transformar sus propios modos de acción.

¿Le interesa ser parte de ello? Únase a nosotros en www.fabriquedestransitions.net y firmando la Carta de Alianza.