La lucha contra el cambio climático: ¿ballet ritual o danza macabra?

Advertencia de la comunidad científica; conmoción pública; compromiso de los poderes públicos de que van actuar; constatación de que nada ha cambiado realmente; nueva advertencia de los científicos, etc. Como si fuera un paso de baile bien ensayado, el ritual se repite desde 1979, año de la primera advertencia científica en la Conferencia Mundial del Clima. ¿Hasta cuándo? Poco a poco, el ballet se va convirtiendo en una danza macabra, que arrastra a ricos y pobres por igual a la misma ruina.

El reciente artículo de opinión en las columnas de Le Monde firmado por 1.100 científicos y presentado en el periódico el 21 de febrero último subraya, tras decenas de advertencias de la misma índole, que “durante décadas, los sucesivos gobiernos han sido incapaces de poner en marcha una acción fuerte y rápida para hacer frente a la crisis climática”. Y lanza un llamado a la acción por parte de los propios ciudadanos. Descubriremos en el futuro, por supuesto, que estas acciones son igualmente incapaces de lograr la transformación estructural necesaria.

Los científicos tienen la esperanza de que las propuestas que surjan de la Convención Climática de los Ciudadanos, cuya sexta sesión (sobre un total de siete) concluye el domingo 8 de marzo, finalmente estarán a la altura del desafío. A mi parecer, es hacerse muchas ilusiones si observamos el mandato asignado a la Convención -que invita a los ciudadanos a enumerar acciones clasificadas en cinco áreas (vivienda, desplazamientos, trabajo y producción, alimentación, consumo)-, el limitado tiempo del que disponen los ciudadanos -la mayoría de los cuales sólo pueden dedicar sus fines de semana a pensar en un tema tan amplio- y en la metodología de trabajo que los mete en una rueda que no han elegido.

La política y la economía son dos catalejos que estamos usando desde el extremo equivocado... Las mismas causas producirán los mismos efectos. Dentro de dos o tres años descubriremos que las medidas adoptadas fueron desgraciadamente "anecdóticas", retomando las críticas formuladas por algunas ONGs contra el Presidente francés tras su visita al macizo del Mont Blanc el 13 de febrero pasado. ¿Qué diríamos de un médico que recomienda el mismo tratamiento durante varias décadas sin obtener resultados? Consideraríamos cambiar de médico y de tratamiento. Pero no. En un asunto que concierne al futuro de todos nosotros, seguimos adelante, contratamos nuevamente a los mismos y volvemos a empezar. Otra vuelta del vals: advertencia, conmoción, nuevas medidas, constatación de que nada ha cambiado. Sólo los músicos parecen incansables.

¿Dónde está el lobo? Es claramente visible, no hay necesidad de ir a buscarlo al bosque. La forma de hacer las cosas es siempre la misma. Demostramos a través de escenarios técnicos que sería posible reducir nuestra huella total de carbono, incluida la energía gris (la energía utilizada para fabricar y transportar bienes y servicios importados). Luego establecemos obligaciones de medios para hacer que estos escenarios ocurran, teniendo cuidado de no poner en peligro nuestra industria, nuestro crecimiento y nuestro nivel de vida. Y, por supuesto, si estos medios no logran el resultado deseado, nadie es responsable de ello.

La política y la economía son, por lo tanto, dos catalejos que estaríamos usando desde el extremo equivocado. En lugar de hacernos ver el futuro de cerca, nos alejan de él, remitiéndolo al plano de lo abstracto: más allá de los plazos electorales para la política, más allá de las previsiones de rentabilidad para la economía. Entre las medidas eficaces contra el calentamiento de la Tierra, cuyo efecto sólo se sentirá a largo plazo y a escala mundial, y la reducción del desempleo, ¿qué es lo que tiene más chances de determinar las próximas elecciones? Preguntar esto ya es responderlo.

Una cuestión que amerita un referéndum

Conclusión: es inevitable, para salir de la danza macabra, cambiar radicalmente el enfoque, sustituyendo las múltiples obligaciones de medios por una obligación de resultado y estableciendo la responsabilidad jurídica de los gobernantes con respecto a esa obligación.

Obligación de resultado: la huella total de carbono, tope de nuestras emisiones directas e indirectas, debe reducirse entre un seis y un siete por ciento por año. Esto significa que es un bien escaso, y cada vez más escaso. ¿Cómo puede distribuirse equitativamente un bien escaso entre una población? No hay diez mil soluciones. Sólo hay tres: intervenir sobre el precio del bien, a través de impuestos, hasta que la demanda total no supere el límite máximo; poner el bien en modo subasta; distribuirlo equitativamente entre toda la población. Las dos primeras soluciones equivalen a reservar un buen consumo de energía fósil, de la que todo el mundo depende, para las personas más ricas. En otras palabras, no son políticamente viables. Queda la tercera: la asignación de cupos de emisión a cada persona.

Tenemos materia para un referéndum: la responsabilidad de los dirigentes de respetar los compromisos internacionales y la asignación de cupos de emisión para todos ¿Podrá la Convención de Ciudadanos proponer algo así? Lo dudo, si tomamos en cuenta la rueda en la que están atrapados los ciudadanos miembros de la Convención. Sólo queda esperar un cambio de marcha repentino. Pierre Calame es el autor de "Pequeño tratado de Oikonomía”, Siglo XXI Editores, México, 2019.

Pierre Calame (Politécnico, ingeniero civil, presidente honorario de la Fundación Charles Léopold Mayer) PJ: Asignación de bonos negociables para todos para impulsar la transición energética